Jorge Marirrodriga. El País

 Futboleros y futbolerismo.
 Jorge Mandigorría profundizar en lo que quiere decir ser futbolero y su aplicación fuera del ámbito del fútbol. Lo utiliza para explicar la perversión de los valores en la Universidad. Cuando el interés está por encima de la educación. En el Instituto nacional de Educación Física, en 1974 (diez años antes de que la Real Academia Española (RAE) de la Lengua se diera por enterada de la vigencia de este adjetivo) se llamaba futbolero a cualquiera que entendiera la práctica deportiva al margen de sus valores educativos y de su valor como pasatiempo. Así había jugadores de baloncesto que eran futboleros; y de balonmano, aunque estos podían llamarse balonmaneros, que no era lo mismo. Es un adjetivo que se aplica a comportamientos que se dan en deportes muy mercantilizados. Nadia Tronchoni (El País, 25 de septiembre de 2018) habla de los crecientes conflictos entre pilotos de moto GP y la radicalización de las hinchadas: "El Mundial de motociclismo se ha futbolizado", concluye.
 
Por extensión, se entendía como futbolero a cualquier persona que en su ámbito se comportara de forma competitiva, aunque no viniera a cuento, o vulgarizando la intención culta o divertida de una ocupación. Así, decir de alguien que era futbolero, que nadie se preocupaba en definir, se sobreentendía que era despectivo. Que es lo mismo que explica José Marirrodriga en su artículo, que además nos ofrece algunos rasgos. Se pregunta ¿Qué es lo más importante para un futbolero? Vender camisetas, son profesionales fríos, el  ranking FIFA, la marca del patrocinador. En contra de valores intrínsecos del futbolista: Marcar goles, comprometerse emocionalmente, competitividad, compromiso con el club. No es que me guste mucho el resumen. Queda más claro cuando dice, más o menos, que el futbolista y los aficionados al fútbol atienden al juego (al ocio) y el futbolero al dinero (al negocio).
Pero lo más importante es que cree que la sociedad pervierte de la misma manera los valores y pone por delante de cualquier valor de convivencia y cultura, el dinero. A eso lo llama futbolerizar la sociedad. Y cuando se refiere a la Universidad dice: “Es una lástima que el tiempo de la vida en que mejor se puede aprender y pensar sin prisas se rinda al utilitarismo de un lenguaje ajeno. También es bueno aprender para nada”. 
Pero es una batalla perdida, las Facultades de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte también están futbolerizadas y, lo peor, presumen de ello.
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