Alexandro Barico. Iliada y Los Barbaros

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Los Bárbaros. Ensayo sobre la mutación.

La mutación es la percepción que tenemos de como múltiples aspectos de la cultura que consideramos trascendente están cambiando. Estas modificaciones, a quien ha vivido y se ha ocupado en entender lo que ha vivido, le sumen en el desconcierto. Los bárbaros son los agentes de las mutaciones y la barbarización es la aldea (la cultura) arrasada que queda después de su paso.

Este libro es una “tentativa de pensar escribiendo”. No resulta fácil sacar conclusiones cerradas, ni lo intenta, y debes ser leído levantando los ojos del libro para pensar, como dicen que beben las gallinas: levantando la cabeza para digerir lo bebido.

Centrarse en el análisis que hace del fútbol como paradigma de actividad mutante e invadida requiere, al menos, una precisión teórica más. Para identificar un comportamiento cultural en mutación debemos describir, en la barbarie, los siguientes acontecimientos:

—Comercialización en auge

—Lenguaje moderno

—Adhesión al modelo americano

—Búsqueda de la espectacularidad

—Innovación tecnológica

—Choque entre el nuevo y el viejo poder

Comprobar el proceso de la barbarie requiere comprender todos los acontecimientos. “La mirada que se detiene sobre un único rango de la invasión bárbara se aproxima peligrosamente a la estupidez”.

Y ahora sí, hablamos de fútbol. La pérdida que más personas detectan en el mundo del fútbol (y de casi todos los deportes) es la pérdida del alma. La nostalgia por el fútbol de antaño. ¿Qué antaño? El autor expone mil argumentos nostálgicos (sobre el balón, los campos, los aficionados…) Para él sólo hay una pérdida trascendente, la limpieza moral y humana. Las demás entran en el ámbito sentimental que, como criterio, demasiadas veces se parece a la estupidez.

Después analiza la televisión digital como el factor tecnológico de la barbarie. Lo relaciona con la superabundancia y la banalización. La destrucción del tótem, distante y sagrado. El fútbol nunca gozó de tanto predicamento moral como cuando se identificó con “la furia española”. Basada en la narración de algo que casi nadie vio y se propagó en aucas, como en la edad media. Me veo obligado a aclarar que ese evento fue manipulado políticamente y pasó siempre por encima del carácter abertzale de Belauste que metió el gol, vaya usted a saber cómo, en una acción imposible de interpretar más allá del juego.

Otro factor es la espectacularidad que se ve en las formas de narración y en las formas de organización de los eventos. La americanización es evidente al reconocer este factor. La eliminación de la individualidad, que se traduce en el linchamiento mediático de aquellos futbolistas que, con talento, se dejan llevar por la genialidad. El genio, en el deporte de los bárbaros, debe ser sustituido por la eficacia y la medianía.

La explicación más inquietante para entender cómo se entiende el fútbol la haré parafraseando una parte del análisis de como leen los bárbaros. El fútbol debe ser entendido, aunque nunca hayas visto otro partido, aunque no te interese. El fútbol lo entienden los bárbaros siguiendo instrucciones que se encuentran en lugares que no son fútbol. Las televisiones, la prensa, las tertulias, anuncios, dibujos animados. Nada tienen que ver con el ejercicio de leer un partido completo en el campo. Y, sin embargo, los bárbaros, creen que sí, que lo entienden si escuchan los oráculos mediáticos, con intereses ajenos al juego.

No me extenderé más en la atención que Alexandro Baricco dedica al fútbol. No lo considera como un acontecimiento cultural inevitable o imprescindible, pero sí como un paradigma, tal vez un laboratorio sobre el que se experimentan las mutaciones en la aldea global. Lo mismo que el vino, y me congratula la comparación, porque considero el vino un deporte divertido y primigenio. Y no de los menos sanos. 

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Alexandro Barico y un periodista. El fútbol no es suyo. 

Estaba preparando, tras una lectura de Alexandro Barico, una despedida y cierre de esta época del blog, dedicada a lo que dicen y sienten algunos buenos escritores cuando opinan de deporte o sus personajes son deportistas, cuando se me ha cruzado un artículo, análisis lo llama el editor, que se titula “El fútbol no es suyo” y lo escribe José Samano.

El artículo es un jarro de agua fría para quien guste de deportes participativos y espectáculos divertidos en los que el juego y el jugador sean los protagonistas. Es nefasto para el concepto de deporte y la ética de los ciudadanos. Y además es lioso, la tesis confusa. Solo lo entiendo como una andanada de intereses comerciales de la empresa que lo publica.

Leí el artículo porque no es bueno quedarse dando vueltas a lo que piensas. Sobre todo, sabiendo que lo que pienso no es lo que piensa la mayoría. Al fin y al cabo, el deporte es eso que tú haces y dices que es deporte. Hay muchos deportes.

Así que lo leí partiendo de una premisa, que estoy de acuerdo en que el fútbol no es de Peter Lim, que aparece en la foto que lo ilustra. Pensé que íbamos a estar de acuerdo en que el deporte es patrimonio de los jugadores. Pero no se habla de jugadores.

Entonces ¿de quién es el fútbol?  De los hinchas “referencia esencial” que, tal y como está ahora el futbol, se ven relegados al papel de consumidores y que no tienen ni el consuelo de la pañolada torera (hay otras referencias a los toros en el artículo). Para la hinchada, que de forma generalizada no supera la dotación neuronal de una rata, reivindica el corazón, el alma y la pasión del fútbol.

De quien más es el fútbol. “(El fútbol) ha dejado de ser la gran reserva del paisanaje, la vertebración de un pueblo alrededor de su club de fútbol y su sentido de pertenencia”. Redonda le ha quedado la frase. ¿No suena a reserva espiritual de occidente? Y lo de la vertebración de un pueblo, guiño del franquismo en contra de la noción de la España Invertebrada de Ortega y Gasset.

Parece que la tesis es que el fútbol ha dejado de ser la reserva del paisanaje por culpa del fundamentalismo financiero reinante y debe recuperar esencias simbólicas, locales, patrióticas… En aras de su valor como “religión laica”. Y nombra a Vázquez Montalbán que debe haber dado un bote en su tumba. Al comunista, crítico con los procesos mercantilistas del deporte, no se le ocurrió un proceso más degradante para el deporte que convertirlo en religión. Nunca, en su pluma, fue un valor positivo esta deriva del deporte. Que, por cierto, en esos tiempos, años setenta del siglo veinte, apenas era el alevín de la situación mercantil actual.

Para que no tuviera tufo a interesado nacionalismo económico, podría haber puesto en la foto, en vez de a Lim, a Florentino, por ejemplo, que tanto monta en eso del fundamentalismo financiero. A no ser que se trate de no molestar y cumplir con la estrategia mafiosa de F.D.Roosvelt “Puede ser que Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

¿Y por qué lo he relacionado con Alexandro Barico? Hace tiempo leí en “Homero Iliada”, del propio Barico, una reflexión, que he repetido muchas veces en mi enseñanza y que volveré a repetir cuando quiera decir lo que él dice como yo no lo conseguiré nunca (se debe leer pensando en el valor formativo del deporte):

“(Construir otra belleza). Poder cambiar el destino de uno mismo sin tener que apoderarse del de otro; lograr que circulen el dinero y la riqueza sin tener que recurrir a la violencia… encontrarse a uno mismo en la intensidad de lugares y momentos que no sean una trinchera; conocer la emoción, incluso la más vertiginosa, sin tener que recurrir al doping de la guerra o la metadona de las pequeñas violencias cotidianas. En fin, otra belleza, si es que comprendéis lo que quiero decir

Comparen este texto con el artículo comentado y díganme si no es para estar preocupado por el deporte en mano de los medios de comunicación.

 

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