Haruki Murakami. Correr y bailar

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Huida hacia uno mismo. Negación del poder. Impulso para la fantasía y la literatura

Murakami y yo recurrimos a las mismas imágenes para señalar en qué dirección huimos. Escribió De qué hablo cuando hablo de correr y vi en su literatura mis diarios de entrenamiento y las fantasías que acompañaban mis sufridas carreras por los caminos del marjal del Puig y las calles de Benimaclet y Orriols. Ahora al leer Baila, baila, baila reconozco mi empeño en ver literatura en la danza.

Por esas y otras identificaciones, tomaré a Haruki Murakami de rehén para decir lo que quiero decir. Aunque, la verdad sea dicha, es raro que no me identifique con alguien que vive con pasión, John Silver ¡Yujujú y una botella de ron! Adriano, por boca de Marguerite Youcernar enfrentado a su cuerpo envejecido, el arponero Queequeg en silencio ante la muerte, Darwin en el Beagle, John Cage y Mercé Cunningham inventando sonidos y danzas, Igor Ter-Ovanessian saltando ocho metros colgado de un cuerno de la luna. De todos tengo algo.

Porque quienes corremos por placer, lo hacemos en dirección a nosotros mismos, hacia dentro. Y no nos alejamos de los demás, porque yendo hacia uno mismo permanecemos en el cuerpo siempre anclado a la tierra, que es tierra y es pueblo, y no supone ni proyecto ni futuro, porque el cuerpo no se proyecta en logros sino en vivencia, en vida emocionada. Y nuestro cuerpo es masculino y femenino, como la voz que nos expresa. El cuerpo vivido, sustento de la emoción y de la curiosidad, no genera poder sobre nadie.

Y si alguien busca poder en el deporte (si llamamos deporte a lo que es ganar o imponerse) o sobre los deportistas, no lo va a encontrar entre los que al correr o bailar se pierden en un mundo vital y de sensaciones, porque hemos renunciado a poseer al compañero y a sentirnos menos si alguien corre más o más si alguien corre menos.

Dirigiéndose a quienes quieren invadirnos, dice el narrador de Baila, baila, baila, “Mi vivienda tiene dos puertas. Una de entrada y otra de salida. No son intercambiables. No se puede salir por la entrada o entrar por la salida. … Hay distintas formas de salir. Pero al final todos salen.

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Ritos de amistad e impulso para la danza

Como los personajes en búsqueda de Baila, baila, baila, subí a la planta decimoquinta, para encontrarme con mi oráculo, mi hombre carnero, y sin oscuridad truculenta ni rayos de luz que me guiaran, me vi en la mesa en la que juntos: ellas, ellos y los dioses, yo uno más, oficiamos ritos necesarios.

Confirmamos que nos queremos y que cuando pensamos cómo y por qué son las cosas, pensamos en la gente y en un mundo mejor. Luego sobrevolamos nostalgias de noches de San Juan; formas diferentes de hablar de fútbol, pudorosos, pasamos de puntillas sobre los dramas personales; nos deslizamos por alguna ladera nevada y llenamos el espacio de proyectos y esperanzas, con sordina, de viajes y navegaciones. Sin que falte el teatro.

Café licor Cerol, tinto Sierra Negrete y cava para las libaciones rituales. Y enlazar delirios surrealistas y risas a costa de nosotros, de nuestra sombra, pasado, futuro y hasta de los más ocultos pensamientos.

Nos separamos de la mesa sin saber quién es el oráculo, pero con música suficiente para bailar, sin darle más vueltas ni buscarle significados, deslumbrando a todos, sin pensar en demasiadas cosas para no tropezar y,

- No perder la conexión.

- Vivir en otro mundo.

- No marchitarnos.

- Tener imagen ante ti y los demás.

- Que fluya el devenir.

- Poder regresar.

 

 

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